TEMA 1


La fugitiva

 

Jadeante, resoplando, sin aliento, te desplomas frente a mí, reposando tu cabeza contra el panel lateral, tu cabello luminoso suspendido en el abismo que se abre entre tus hombros y tu rostro ladeado. Agitada, te despojas de tu abultado abrigo de piel –obvia, descaradamente, falso–, expones tu tez radiante a los rayos de sol que se filtran por la ventana. Apenas cuando empezamos a alejarnos de la estación logras relajar tus músculos, tus piernas recogidas sobre el asiento contiguo, tu busto desbocado, desbordando prácticamente con cada pálpito el precario soporte de tu holgada camiseta. Mientras un sinnúmero de gotas de sudor emanan de cada poro, de cada milímetro, de tu cuerpo lozano yo me pierdo en la seductora dinámica que se establece entre el fino tirante de algodón que ciñe tu modesto ropaje a su lugar y tu seno izquierdo, apuntalado por tu brazo sobre la mesa, que aun baila al extático ritmo de tu esfuerzo por concretar la huída.

 

 

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